Forjar hierro no es solo un oficio: es mi manera de transformar la dureza en belleza, el peso en emoción. Desde niño crecí entre chispas y herramientas, aprendiendo que el metal puede ser tan noble como un lienzo, si se le trata con respeto y paciencia.
Hoy dedico mi vida a crear esculturas y piezas únicas que nacen del fuego y la intuición. Cada curva, cada golpe lleva una intención: contar una historia, despertar un recuerdo o proteger un espacio. No busco producir en serie, busco dar vida a objetos que hablen por sí solos.
Mis obras no son simples adornos; son símbolos, guardianes, corazones de hierro que invitan a detenerse un instante y sentir. Están pensadas para los que valoran lo auténtico, lo irrepetible y lo hecho con alma.
Porque al final, lo que entrego no es solo hierro trabajado: entrego un fragmento de mi historia, mi visión y mi empeño por dar formas a emociones que perduren en el tiempo.